08.01.12

Desde pequeña una de mis manías es dormir con la ventana abierta y no cerrarla nunca a no ser que caigan chuzos de punta. En invierno tengo que taparme mucho porque entra frío, pero me da igual mientras que la ventana siga abierta.

La mayoría de la gente piensa que esta manía es absurda, como la de taparse en verano, eso es otra historia, pero yo no concibo mi sueño sin el frescor mañanero cuando empieza el sol a despertarse, es a mí, como las flores son a la primavera, esencial.  Hoy me he dado cuenta de que dejar la ventana abierta tiene doble sentido, y que mi subconsciente ha vuelto a merodear el  mágico País de Nunca Jamás, me pregunto si de verdad no estuve allí en el pasado, y le ha hecho de nuevo una visita a Peter.  Ella, la ventana, está enamorada de ese chico travieso que a tantas otras se asomó, y sigue esperando el momento de poder darle la bienvenida como se merece. Yo en cambio, no creo esperarle a él, me conformaría con que Campanilla viniera y me bañara con su polvo y así volar hacia mi destino sin pérdida, Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. 

A estas alturas quien esté leyendo esto estará diciendo que estoy loca, algo que no niego del todo, pero es yo pienso que sigo perdida en algún lugar y por alguna razón no quiero o no consigo encontrar la salida.